LADD, al servicio de las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo
Velar por el respecto y la promoción de los derechos de las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo, así como facilitar el ejercicio de sus derechos sin ninguna limitación y mejorar su calidad de vida es la misión principal de la LADD (L’Associació en Defensa del Drets de les persones amb Discapacitat Intel.lectual i del Desenvolupament).
Se trata de una entidad sin ánimo de lucro que ya cuenta con una trayectoria de más de 4 años de historia, y que acumula numerosos proyectos e iniciativas. Maite Ruiz, socia fundadora y actual presidenta de LADD, y Montse Tarridas, que forma parte de la Comisión de Comunicación y del proyecto de inclusión laboral de esta asociación, resumen en una videoentrevista los valores, objetivos e iniciativas más destacadas de esta entidad.
La asociación está integrada por un equipo de personas comprometidas con la lucha de derechos de las personas con discapacidad intelectual. “Somos familias y profesionales que, de manera voluntaria e independiente, trabajamos en comisiones y en red”, destaca Maite Ruiz, quien recalca la labor de “apoyo a las personas que, debido a su discapacidad intelectual, no pueden defender la protección de sus derechos básicos”. La asociación, según continúa explicando, se sitúa “bajo el paraguas de la Convención Internacional de los derechos de las personas con discapacidad (Nueva York 13 de diciembre de 2006)”.
Una de las asignaturas pendientes en este ámbito, como reconoce la presidenta de la LADD, es la integración laboral y social de las personas con discapacidad intelectual. Aunque se ha avanzado mucho en los últimos años en este ámbito, continúan existiendo importantes déficits y, en general, “siguen siendo personas ‘invisibles’ para la sociedad”, afirma Maite Ruiz, quien subraya las “importantes dificultades que tienen estas personas para tener una vida social y laboral inclusiva, sobre todo por la subsistencia de desconocimiento y barreras a nivel social”.
En este contexto, la formación juega un papel determinante. “Adquirimos competencias y habilidades por la vía de la formación y, por ello, resulta clave para todas las personas, y no solo para aquellas que presentan discapacidad intelectual”, apunta Montse Tarridas, quien admite que la formación que deben recibir estas personas debe ser “adecuada a sus características y enfocada a maximizar sus capacidades”. Se trata, en definitiva, de diseñar programas de formación específicos para esta población que permitan soslayar las dificultades con las que cuentan, y así facilitar su inclusión laboral y, por lo tanto, su total integración social.
En este ámbito, según Montse Tarridas, el problema a superar es importante, más aún si se tiene en cuenta que “el 80% de las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo no está trabajando, y la gran mayoría de ellos se forman en centros segregados”; además, añade, “cuando finalizan su periodo de enseñanza obligatoria, muchas de estas personas no disponen de itinerarios formativos y laborales pensados específicamente para ellas”. Según explica, “el sistema parece que se olvida de las personas con discapacidad intelectual y las deja solas”; a su juicio, “existe un gran desconocimiento sobre las necesidades y demandas de este colectivo”. Por ello, esta experta propone que se adopten las medidas necesarias para que la sociedad las conozca mejor y sepa de sus capacidades y potencialidades, “lo que ayudaría a superar ciertos recelos y miedos”.
Con todo, se advierten algunas iniciativas esperanzadoras, como las puestas en marcha en Cataluña, con la aprobación en 2015 de una nueva ley de formación profesional en la que se incorporó un itinerario específico para estas personas, a raíz de lo cual se han creado programas de formación profesional de 4 años de duración.
Como aspecto particular a valorar, la presidenta de LADD recuerda que “las personas con discapacidad intelectual son un colectivo muy amplio y con muchas características diferenciales”, por lo que resulta imprescindible “diseñar programas de formación adecuados, muy prácticos y adaptados para cada una de estas personas”, chocando con la realidad de la formación en España que “resulta muy rígida y poco flexible”, indica Maite Ruiz. Todo ello, además, se une “a la falta estructural de recursos destinados a esta formación específica y adecuada”. Esta formación, como propone, debería ser impartida por profesionales conocedores de la realidad de las personas con discapacidad intelectual y preparados suficientemente para amoldar sus enseñanzas a lo que realmente necesita cada uno.
En esta línea, desde LADD se han desarrollado iniciativas de gran valor, como el proyecto seleccionado en la convocatoria 2018-2019 del Palacio Macaya (bajo la tutela de la Obra Social de La Caixa), que tenía como finalidad apoyar iniciativas y proyectos de reflexión, debate, intercambio y difusión de ideas que ayuden a entender mejor los retos que tiene planteados nuestra sociedad y que permiten identificar nuevas tendencias de progreso y transformación social.
A partir de un ciclo de conferencias enmarcadas en este proyecto, se ha logrado establecer una serie de propuestas y recomendaciones en este campo. Entre ellas, se destaca la necesidad de personalizar las ayudas formativas y de inclusión laboral según la persona y el momento, con mucha más flexibilidad, y que este soporte sea de la persona, trabaje donde trabaje, y que haya caminos de ida y vuelta entre las diferentes fórmulas según la necesidad de cada momento (empresa ordinaria, centro especial); igualmente, se pone el acento en revisar las leyes que regulan el acceso laboral del colectivo bajo el espíritu de la Convención de la ONU, y recuperar el rol y reanalizar el modelo que regula los centros especiales de trabajo, potenciar los recursos destinados al trabajo en empresa ordinaria y dar visibilidad positiva al colectivo en todos los ámbitos de la sociedad y también en el empresarial.
En cuanto a los ámbitos laborales que puede ofrecer más oportunidades para las personas con discapacidad intelectual, Montse Tarrida considera que “los sectores que resultan más prometedores y que ofrecen más posibilidades son el turismo, los hospitales y la atención a personas (especialmente las de edad avanzada)”. Además, esta experta reconoce que “la incorporación de nuevas tecnologías está facilitando mucho la vida a estas personas y, aplicadas a la formación e inclusión laboral de personas con discapacidad intelectual, ofrece múltiples beneficios”.
Desde LADD se apuesta por derribar barreras para las personas con discapacidad intelectual y eliminar etiquetas, así como se trabaja por conseguir que este colectivo tenga las mismas posibilidades formativas y laborales que cualquier otra persona. “Si no les ofrecemos una buena formación, nunca podremos lograr su inclusión e integración laboral y social”, concluye Maite Ruiz.